lunes, 24 de diciembre de 2007

Los pies sobre la tierra

Bahía Lapataia, Tierra del Fuego, Argentina - 2009

Cerro Martial, Tierra del Fuego, Argentina - 2009

Parque Nacional Tierra del Fuego, T del F. Argentina - 2009

Cerro Tres Picos, Sierra de la Ventana, Buenos Aires, Argentina. 2004

Rio Grande, Mendoza, Argentina. 2007

Río de las Vueltas, Santa Cruz, Argentina. 2003

Salar de Uyuni, Uyuni, Bolivia. 2007

Río Arrayanes, Chubut, Argentina. 2007

Río Urubamba, Cusco, Perú. 2001

Isla del Sol, Lago Titikaka, Bolivia. 2007

Garganta del Diablo, Valles Calchaquíes, Salta, Argentina. 2004

Río Toltén, IX Región, Chile. 2007

Dique Vallegrande, Mendoza, Argentina. 2005

Cañón del Colca, Arequipa, Perú - 2007

Cordón del Plata, Mendoza, Argentina. 2005

Lago Hess, Río Negro, Argentina. 2007

Chapada dos Guimaraes, Matto Groso, Brasil. 2007

Lago Puelo, Chubut, Argentina. 2007


Itapoá, Bahia, Brasil. 2007

Monte Tronador, Río Negro, Argentina. 2000

Rio Chapare, Cochabamba, Bolivia. 2007

Cerro Fitz Roy, Santa Cruz, Argentina. 2003

Chapada dos Veadeiros, Goiania, Brasil. 2007

más fotos en:

http://flickr.com/photos/sergio_perdoni/sets/72157603517862557/

domingo, 2 de diciembre de 2007

de Puelo a Puelo

Travesía desde el lago Puelo, Argentina, hasta la localidad de Puelo, Chile (1996)
Por Sergio Perdoni y Fernando Barberena


"Aquí se construirá…”
El típico cartel anunciaba el comienzo de una ruta que, burócratas mediante, pero por fortuna para quienes amamos el tránsito por lugares vírgenes, todavía no existe
[1].
El Valle del Río Puelo constituye uno de aquellos últimos sitios habitados en los que aún no han llegado las huellas de los automóviles y sin embargo, es un paso fronterizo habilitado, producto del tráfico de pobladores del valle quienes deben cruzar la frontera para adquirir en la comarca del paralelo 42 los bienes básicos para su subsistencia. También es atravesado, aunque con menor frecuencia, por esos seres extraños con jorobas en la espalda que, como lo hacíamos nosotros una vez más, todavía insisten en caminar por lugares inhóspitos con quien sabe qué inconfesables fines.
Tras las últimas consultas de rigor, partimos en lancha desde el embarcadero del Lago Puelo, en el Parque Nacional homónimo, despoblado en estos días por la baja temporada.
En el puesto de Gendarmería Nacional hicimos los trámites correspondientes para la salida del país y allí comenzó la verdadera travesía. Lejos de transitar un valle que baja en suave pendiente hacia el Pacífico (como le prometí a mi amigo Ferchu para convencerlo de que me acompañase en la travesía), la picada subía y bajaba constantemente por los cerros de la margen norte del río, hasta arribar a un punto denominado “los hitos”, que marca el ingreso a territorio chileno. Desde aquí, una magnífica vista nos permitió observar el nacimiento del río Puelo, que corre tan sólo unos cientos de metros formando vertiginosos rápidos, hasta penetrar en el Lago Interior.
El sendero discurría a través de diferentes tipos de bosque, característica que se mantendría a lo largo de todo el trayecto, producto de la diferencia de precipitaciones que aumentan conforme nos movemos hacia el oeste. Cohiues, lengas y cipreses al principio, bosques de radales, canelos y avellanos más adelante, arrayanes a cada paso; la travesía se transformó en una clase móvil de fitogeografía.
Cuando ya comenzaba a oscurecer, la bandera chilena se asomó entre un grupo de álamos, indicando nuestra llegada al “Retén de Carabineros”, donde tras una minuciosa inspección de nuestras mochilas, nos fue decomisado un peligroso cargamento de cebollas, las que tras una compleja negociación fueron devoradas esa misma noche en el campamento armado a orillas del Lago Las Rocas.
La jornada siguiente transcurrió bajo un sol abrasador, pero por fortuna fue jalonada por un par de detenciones para refrescar los cuerpos en las solitarias playas que forman algunas pequeñas bahías de este hermoso lago a lo largo del camino. Fue sobre la margen noroeste de este mismo lago, donde pasamos la segunda noche, acampando en un puesto abandonado, rodeados de manzanos y de gansos que desataban feroces batallas ante cada manzana caída.


En el tercer día de marcha el calor continuó caminando a nuestro lado, de manera que los 25 kg. que cargábamos en nuestras mochilas parecían multiplicarse. Semejante peso para una travesía de baja complejidad merece una explicación: partimos de Bariloche cargando botas, piquetas y grampones, con la intención de continuar nuestro derrotero hacia el norte y ascender al Volcán Villarica. No merece en cambio mayores detalles la descripción de la semana completa que pasamos en una cabaña en Pucón, esperando infructuosamente que el tiempo mejorara.
Sin embargo, la fatiga del camino sería compensada con creces. Sabíamos que en cualquier momento teníamos que encontrar un río y por fortuna teníamos el dato de la existencia de un puente que permitía atravesar sin mayores complicaciones sus torrentosas aguas…

Tras secarnos los pies (y las pantorrillas, y las rodillas, etc., etc.) continuamos avanzando hasta que nos topamos con un múltiple cruce de picadas y algunas casas aisladas. En una de estas observamos unos niños jugando y tímidamente nos acercamos para obtener información sobre el camino a seguir. ¿Debo aclarar que antes de decirnos nada nos hicieron pasar y nos convidaron unos mates? ¿Hace falta decir que las empanadas de manzana que nos sirvieron fueron una de las cosas más exquisitas que probamos jamás?
La hospitalidad que derrocha esta gente en la soledad de la cordillera es sencillamente admirable. Para los que se animen con esta travesía, Serafín Cuevas y su familia ofrecen alojamiento y comidas, excursiones de pesca y cabalgatas por la zona. Aquí no encontrarán teléfono ni fax [2], pero la cordialidad de esta gente sencilla supera la marca de cualquier 5 estrellas.
Al despedirnos vimos en los rostros de Serafín y su señora Angélica un dejo de tristeza. Intuyo que ellos habrán notado en los nuestros una expresión de gratitud y las ganas de quedarnos más tiempo.


El día continuó sin mayores novedades: caminamos y caminamos esperando a cada paso encontrar un arroyo donde calmar nuestra sed, pero el verano había sido tremendamente seco –si lo sabrán Serafín y el resto de los lugareños- de modo que recién cuando llegamos al Lago Totoral, hinchamos nuestras panzas con el líquido elemento.
Esa noche, mientras buscábamos un lugar donde armar nuestro campamento, recibimos la visita de dos pequeños vecinos los que, salidos misteriosamente del bosque, se acercaron a nuestro fogón para preguntarnos acerca de cada objeto extraño que portábamos en nuestras mochilas. Su asombro iba desde nuestras linternas frontales hasta el aro que Ferchu llevaba en su oreja izquierda. Luego comenzaron nuestras preguntas y el asombro se pasó de nuestro lado. Con toda naturalidad nos relataban que todos los días caminaban alrededor de 3 horas para llegar a la escuela de Llanada Grande, incluso bajo fuertes nevadas. Esta información, además de dejarnos perplejos, nos dio cierto entusiasmo ya que Llanada Grande era uno de nuestros objetivos, de modo que para el día siguiente nos esperaba una caminata más bien tranquila.
Y así fue como el cuarto día de nuestra travesía arribamos a este inmenso valle con numerosas casas desparramadas en su entorno. El “centro” de este poblado lo constituían un almacén, el retén de carabineros y un par de casas más.
Es asombroso comprobar cómo vive esta gente realmente aislada del mundo exterior. Debemos tener en cuenta que, para llegar a Puelo –el pueblo más cercano, sobre el estuario de Reloncaví, en el océano Pacífico- se debe andar un día completo a caballo, cruzar en bote el Río Manso (que como es sabido no tiene nada de dócil), continuar a pié hasta el Lago Tagua-Tagua, atravesarlo con un pequeño servicio de botes a motor que pasa tres veces a la semana, llamado “el recorrido” y, si la suerte está de tu lado, conseguir que un camión de los que están construyendo la ruta nueva los acerque los 80 km. que restan hasta arribar a Puelo, unido por una ruta asfaltada con la ciudad más importante de la zona: Puerto Montt.
En Llanada Grande opera un servicio de avionetas dos veces por semana. Grande fue nuestra tentación al saber que ese día estaba por arribar una de ellas, pero decidimos completar el trayecto como lo habíamos hecho hasta entonces, es decir, utilizando las piernas.
Al día siguiente muy temprano retomamos el camino sólo que esta vez las piernas utilizadas fueron las de unos hermosos equinos que alquilamos al almacenero del lugar. Más allá de la comodidad, decidimos este cambio de movilidad porque de no llegar a tiempo para tomar la lancha que pasaba el día jueves (al día siguiente) hubiésemos tenido que esperar hasta el día domingo para poder cruzar el Lago Tagua-Tagua. La jornada transcurrió así matizada entre la belleza del paisaje, el horror por la cantidad de bosques quemados (para abrir campos para agricultura) y el traqueteo de nuestros cuerpos entre el subir y bajar de los caballos por las empinadas picadas.
Finalmente llegamos a orillas del Río Manso (que nace en los glaciares que fluyen hacia el Este del Cerro Tronador, en la versante argentina y tras atravesar muchos lagos del Parque Nacional Nahuel Huapi hace un giro hacia el Oeste, atraviesa la cordillera y se une al Río Puelo para desembocar en el Océano Pacífico) y lo cruzamos en un bote de remos comandado por una alegre señora que combinaba hábilmente la tarea de remar con la de sacar agua del interior del bote con una lata de duraznos.

El cambio operado por el paisaje en ese día fue sencillamente asombroso, habíamos partido del valle entre verdes “praderas” de tipo “alpino” con algunos sectores todavía boscosos y nos encontrábamos horas más tarde rodeados de la impresionante Selva Valdiviana, o también llamada Selva Fría, que no tenía nada que envidiar en verdor y frondosidad con la selva Misionera o la Yungas tucumano-salteñas.

De esta frondosidad pueden dar cuenta nuestras ajadas ropas ya que, tras cruzar el río equivocamos el camino y nos adentramos por un sendero que iba estrechándose cada vez más hasta que comprobamos que evidentemente por ahí no era el camino (tal nuestra sagacidad…)
Ese día concluyó (al fin) con lluvia de manera que, tras disfrutar de unos ricos mates, armamos una vez más nuestro campamento bajo unos inmensos Ulmos que protegieron la carpa de los chubascos patagónicos.
Sería esta nuestra última noche de campamento cordillerano ya que, a la mañana siguiente abordamos la lancha “el recorrido”. En esta etapa, el lector deberá relativizar el concepto de “lancha” como para imaginar lo que se siente durante una hora de navegación a bordo de esta cáscara de nuez sobre las encrespadas aguas del Tagua-Tagua.

Atravesando las verdosas aguas del lago, enmarcado por altísimo paredones que caen a pique sobre sus costas, la lancha recogió algunos otros pasajeros (pobladores de la zona) y nos depositó en su margen noroeste. En este lugar esperamos un rato y, tras poner en práctica el eficaz recurso de seguir los pasos de los lugareños, abordamos la caja de un confortable camión “Unimog” que transportaba a los trabajadores de la ruta en construcción. Hubiese sido confortable comparado con nuestras interminables caminatas bajo el sol, si no hubiese sucedido que el pequeño vehículo debió transportar, además de nuestros cansados cuerpos y sus apéndices mochilares, una gran cantidad de pasajeros entre los que se contabilizaban una decena de pobladores, unos cuantos milicos chilenos que estaban gustosos de transportar dos jovencitos argentinos, unos turistas alemanes (que quien sabe por qué razón no abrieron la boca en todo el viaje), dos gansos vivos envueltos en una sábana, y un tanque que despedía gasoil por todos lados ante cada salto y movimiento que se daba en el ajetreado camino.

Sin embargo, el agitado camino terminó por depositarnos en la localidad de Puelo, destino final de nuestra etapa del viaje. A la vista de los glaciares colgantes del Volcán Yates abordamos un moderno ómnibus que nos llevaría a la ciudad de Puerto Montt.
En nuestros ojos, asomaba un brillo persistente. Lo que no sabíamos era si se trataba de la tristeza que nos producía el final de tan apasionante travesía, o de la emoción que nos generaba pensar en un cuarto de hotel, una ducha caliente, y los famosos mariscos del puerto de Angelmó.

Travesía realizada en el mes de marzo de 1996


[1] Este relato fue escrito en 1996. Algo me hace sospechar que dicha ruta no fue iniciada aún y que sus fondos han ido a parar a algún aeropuerto privado en Anillaco o alguna movida similar.
[2] Para cuando fue escrito este relato, el e-mail no pasaba de ser una excentricidad de los informáticos.

Texto: Sergio, fotos: Sergio y Ferchu

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Tragedia del CHE, o el absurdo de intentar la sinécdoque (a 10 años del hallazgo de sus restos en Bolivia)

(a propósito de "El Gen Argentino")
sinécdoque. (del griego: συνεκδοχ , recibir juntamente)
Ret. Tropo que consiste en extender, restringir o alterar de algún
modo la significación de las palabras, para designar un todo
con el nombre de una de sus partes, o viceversa; un género con una
especie, o al contrario; una cosa con la materia de que está formada, etc.
Diccionario de la Real Academia Española

Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros

combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres,
debemos decir sin vacilación de ninguna índole: que sean como el Che.
Discurso de Fidel Castro. 18 de octubre de 1967



Es probable que no exista una palabra tan cargada de argentinidad como CHE, candela que ilumina en nuestro país la designación de un colectivo para cada uno de sus miembros. Cualquier argentino es CHE, pero todos y cada uno sabemos que resulta imposible utilizar el CHE individual para señalar al CHE colectivo. Ni tan siquiera Maradona tiene esa carga colectiva de argentinidad, por cuanto la suya no tiene carácter representativo: tan absolutamente nombre propio (aunque lo llamemos Diego). CHE, por el contrario, es el todo y las partes. Nada tan argentino como el CHE, ninguno como él.
La distancia con la sinécdoque, por tanto, es caudalosa. CHE permite señalar la parte por el todo, al designar tamaña individualidad con el colectivo; pero es a todas luces evidente que resulta imposible señalar el todo por la parte.
Aquel CHE, el abarcativo, el colectivo, (el del TODO) el que nos señala argentinos, nos permite reconocernos. Este CHE, el pequeño, (el de la PARTE) el que nos mira desde los pósters (medio podrido ya, a esta altura) nos marca la diferencia, lo imposible de reconocerlo en el todo, lo absurdo de intentar la sinécdoque.
Lo perplejo nunca es evidente. Sin embargo, esta sinécdoque imposible nos remite con toda evidencia a la perplejidad de que para nuestros CHE (el colectivo y el individual) el todo y la parte no son en absoluto una misma cosa.

“Queremos que sean como el CHE” grita el Comandante, perforando el aire-plaza con su tibio vozarrón desenfrenado, aferrado a un deseo que sabe imposible.
Digna su cruzada compañero Fidel, pero Ud., que sabe de sueños cristalizados, sabe también que su clamor es impotente. Ud., que conoció como nadie al CHE individuo, que tiene la profunda y revolucionaria convicción de que vale la pena intentarlo (Ud. sí que sabe de utopías), debe saber que, en nosotros, tan argentinos, tan CHEs, tal búsqueda tiene un trágico e inexorable destino: nada tan argentino como el CHE, ninguno como él.



Texto y foto: Sergio

domingo, 25 de noviembre de 2007

Vivos, muertos, duendes y fantasmas


Vivos, muertos, duendes y fantasmas es un paseo visual por algunos íconos de la vida y la muerte, la fantasía y los fantasmas. Habitantes todos de un planeta imaginado por la mente de una cámara que recorrió Sudamérica con el Mapa de los Sueños.




Atocha, Bolivia



Isla del Sol, Bolivia



Copacabana, Bolivia



Valle de Zongo, Bolivia


Jocolí, Argentina



Malargüe, Argentina



Uquía, Argentina


La Paz, Bolivia



Sucre, Bolivia



Brasilia, Brasil



La Higuera, Bolivia

sábado, 11 de agosto de 2007

DESPERTARES

Hace exactamente 6 meses y medio, comenzábamos a cargar de sueños la galponeta y dibujábamos las primeras líneas de nuestro mapa.

Los horizontes se sucedieron y las geografías se fueron poblando de sueños; los nuestros, ansiosos por devorar la experiencia de tiempos y espacios cambiantes; los de tantos, corazones abiertos a nuestros ojos y a los ojos indiscretos de las cámaras.

Un engranaje roto nos detuvo en el camino, nos machucó el presupuesto y nos obligó a torcer el rumbo de nuestro mapa itinerante. Lejos quedaron el Amazonas, Venezuela y el Caribe. Cerca, muy cerca, se amontonaron las pilas de sueños de esos hombres y mujeres que nos enseñaron a levantar el pié del acelerador, a bajar la ventanilla y dejar entrar los colores de tanta geografía.

Más de 26.000 kilómetros nos vieron pasar, golpear la puerta y entrar a recorrer infinitos mundos. Asi concluyó esta etapa del Mapa de Sueños, la de escuchar, oler, observar, palpar y sentir los sueños. Conocer en definitiva, un poco más de lo que somos.

Ahora viene lo más difícil: transitar el sinuoso camino de los dìas; hacer lo necesario para dejar de ser lo que somos, despertar, y convertirnos en lo que soñamos ser.


Sergio

La Plata, 10 de agosto de 2007

lunes, 6 de agosto de 2007

UN MANANTIAL DE CONCIENCIA

En un país en el que el 43% de la tierra con potencialidad agropecuaria está en manos del 1,3% de los propietarios, la lucha por una profunda reforma agraria no es tan sólo necesaria sino imprescindible en cualquier proyecto que tenga en su horizonte una sociedad más igualitaria. Mientras unos pocos terratenientes y empresas transnacionales controlan la mayor parte de las tierras productivas, orientadas a la producción de bienes agrícolas, pecuarios y forestales destinados al mercado externo, utilizando técnicas que agotan los suelos, contaminan el agua y el aire, acabando con enormes masas boscosas tropicales y subtropicales, y destruyendo la biodiversidad; la inmensa mayoría de los campesinos y pequeños productores rurales, herederos y cultivadores de formas ancestrales y tradicionales de producción, compatibles con la preservación de los ecosistemas en los que se asientan, se ven relegados a sobrevivir en condiciones miserables en pequeños predios agrícolas, cada vez más marginales, cuando no directamente expulsados de sus tierras por la “democrática” mano invisible del mercado, por la inundación de enormes extensiones de tierra producto de la construcción de represas hidroeléctricas que abastecen de energía a las grandes empresas, o por las manos armadas de bandas paramilitares al servicio de los latifundistas; condenados a refugiarse en la miseria de la modernidad urbana brasilera, modernidad capitalista que convierte a este inmenso país en la octava sociedad del mundo en materia de desigualdad social, superada en este triste ranking sólo por Guatemala a nivel latinoamericano y por países africanos como Sierra Leona, Bostwana o Namibia.
El II Plan Nacional de Reforma Agraria, elaborado en el año 2003, se proponía alcanzar la meta de asentar un millón de familias durante el gobierno de Lula. Sin embargo, el Plan no fue aceptado por el gobierno, que presentó como meta el asentamiento de 530 mil familias. En 2003, el gobierno asentó 38 mil familias y, en 2004, apenas 44 mil. En la actualidad, tan sólo organizadas en el MST, existen unas 200 mil familias acampadas a la espera de conquistar un pedazo de tierra que les permita soñar con una vida digna y un futuro para sus hijos.
Mientras tanto, el gobierno de Lula continúa con su plan de ampliación de la superficie destinada al cultivo de caña de azúcar para la elaboración de biocombustibles (etanol) destinados principalmente a los Estados Unidos, ya que Brasil es autosuficiente en materia de combustibles líquidos.

Aún en este contexto, existe un aspecto de la sociedad brasilera en el que probablemente la desigualdad sea tanto o más grande que la del acceso la tierra: la indignante desigualdad en el acceso al conocimiento.
Hace algunas semanas, el Consejo Nacional de Brasil reveló que el déficit de profesores para la enseñanza secundaria en el país asciende a 235.000 docentes; por otra parte, la calidad de la educación no presenta mejores resultados: un relevamiento de la calidad educativa (Índice de Desarrollo Educativo) de todos los municipios de Brasil indica que la calificación más alta (de 6,8 puntos sobre 10) fue alcanzada en tan sólo 9 municipios, en tanto que 4.554 se ubicaron por debajo de los 6 puntos, y los 1.000 restantes no alcanzaron los 2,8 puntos.
En el MST, Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, la lucha por la educación, por el acceso al conocimiento, por la formación de una conciencia crítica, por la producción y difusión de la cultura popular, es un aspecto tan importante como recuperar cada hectárea de tierra campesina, como defender cada árbol de la amazonía, como acabar con el trabajo esclavo en las grandes haciendas.

Pero como es imposible pensar una lucha aislada de la otra; imposible pensar en transformar el mundo si no conseguimos conocerlo y aprehenderlo, e impensable la aprehensión de ese mundo cuando quienes detentan el poder quieren condenarnos a la explotación, la ignorancia y la miseria, en la tierra de Paulo Freire, el MST lucha por la construcción de un conocimiento transformador, y lo hace siguiendo las mismas premisas con las que lucha por la tierra: con solidaridad, con compromiso, con trabajo colectivo.
La Escuela Nacional Florestán Fernández, que el MST posee en el estado de San Pablo, es un claro ejemplo de la puesta en práctica de estas premisas. Ubicada en una zona semi rural, a unos 80 kilómetros del centro de la capital paulista, y rodeada de una exuberante selva subtropical, fue construida con el esfuerzo de más de 1.000 trabajadores voluntarios, venidos de 20 estados de Brasil y de otros países latinoamericanos, que demoraron casi 4 años en terminar un espléndido conjunto de edificios, entre los que se destaca el sector pedagógico, de 2.400 m2, con 3 aulas para albergar a 210 alumnos y alumnas, 2 anfiteatros para 150 personas cada uno, una biblioteca con más de 38.000 volúmenes, laboratorio, sala de informática, salas de exposiciones, etc.

"Jacaré”, oriundo de Rio Grande do Norte, fue uno de los más de 1000 trabajadores voluntarios que construyeron la Escuela. Hoy continúa poniendo sus manos al servicio de la abolición de la ignorancia, construyendo la Biblioteca del Asentamiento “Sepé Tiarajú” en Rio Grande do Sul, en el otro extremo de su tierra natal.

Semejante obra, no fue financiada con recursos del Gobierno Federal (que en cambio, destinó 744,6 millones de reales para financiar la construcción de una línea férrea por parte de la “Compañía del Valle del Río Dulce”, privatizada en 1997 bajo el consabido pretexto de que el Estado no debía hacerse cargo de este tipo de emprendimientos), ni por el Gobierno del Estado de San Pablo (cuyo gobernador José Serra tuvo que dar marcha atrás con una serie de decretos que comprometían la Autonomía de las Universidades Estaduales, recortaban el presupuesto educativo y aumentaban aún más la precariedad de las condiciones laborales de los trabajadores de la Universidad, tras una ocupación masiva durante casi un mes de la mayoría de los edificios universitarios por parte de los estudiantes); ni por empresas “a las que les interesa el país”.
Por el contrario, las obras fueron financiadas a través de los aportes de campesinas y campesinos de todo el país y mediante la solidaridad de otros movimientos sociales, intelectuales y artistas, como el caso de Sebastiäo Salgado, quien donó los derechos sobre su impresionante serie de fotografías sobre los Sin Tierra para la elaboración de láminas que el MST comercializa (junto con una gran cantidad de productos elaborados en campamentos y asentamientos) para recaudar fondos.


Tampoco es casual la elección del nombre para la Escuela. Florestán Fernández es el fundador de la sociología crítica en Brasil. Toda su producción intelectual está impregnada de un estilo de reflexión cuestionadora de la realidad social.
Y en ese camino de cuestionamiento crítico de la realidad como niños y niñas, jóvenes y adultos elaboran colectivamente las herramientas para construir el mundo futuro:

“Los ‘desheredados’ se transforman en los arquitectos y en los constructores del nuevos caminos cuando se vuelven capaces de tomar decisiones firmes y colectivas, que no sólo señalan el horizonte a ser alcanzado, sino que también indican las condiciones que permitirán avanzar en esa dirección.” i

En el reconocimiento de la importancia de la educación para la construcción de ese camino, en la Escuela Nacional Florestán Fernández funciona también la Escuela Infantil Saci Pererê, destinada a acoger y formar la primera infancia de los niños y niñas del movimiento, los “sem terinha”.

En este caso, el nombre “Saci Pererê” contiene también un profundo significado desde el punto de vista simbólico: proveniente de la mitología Tupí-Guaraní, se trata de un duende que –tal como el “sachaioj” de nuestros montes santiagueños- vive y cuida de bosques y selvas, al que le falta una pierna y aún así posee una gran agilidad y un movimiento permanente.
En las aulas, pero también en los patios, en la biblioteca, en las salas de arte (así como en la cocina y el salón comedor, en donde todos los que asisten a la escuela se turnan para realizar las tarea comunes), los integrantes del MST, y de otras Organizaciones Sociales de Brasil y de América Latina, asisten a cursos de formación y capacitación, seminarios y encuentros de discusión. Recientemente, mediante un convenio con la Universidad Estadual de San Pablo (UNESP), comenzaron a dictarse algunos cursos de formación de grado, habiendo sido el de Geografía el primero en implementarse durante este año.

Así, campesinos y campesinas van construyendo el mundo nuevo, conjuntamente con las herramientas para comprenderlo y poder apropiarse de él. Así, los hombres y mujeres de la tierra cultivan sus simientes y construyen los canales para regarlas, sabiendo que hay que atender el surco, pero también el manantial ya que, en palabras de Adelar, uno de los coordinadores de la Escuela…

“El agua está allí, en el fondo del manantial; pero el acto de beber, que sacia nuestra sed, es antecedido por la decisión de salir en su búsqueda. Es la misma postura, el mismo anhelo que necesitamos tener en relación al conocimiento, pues son los actos de apropiación y de elaboración los que permiten saciar, aunque sea de modo provisorio e incompleto, el hambre y la sed de la conciencia crítica”ii

Fuentes:
Brasil de Fato, año 5, n° 230, edición del 26 de Julio de 2007.
Revista “Sem Terra”, año 10, n° 40. Julio de 2007.
Boletín “Educação pela Luta n° 1, s/f.
Revista “Caros Amigos”, año 10, n° 120, marzo del 2007.
i Adelar Joäo Pizzota, “Apresentação dos Cadernos da ENFF”, en, VVAA: Literatura e Formação da Consciencia. Cadernos de Estudos ENFF. São Paulo. 2007.
ii Ibíd..

Texto y Fotos: Sergio

viernes, 15 de junio de 2007

GRITEN

por nosotros
HACER PARA VIVIR

Si no vamos nos van a seguir matando, decía un pibe de uno de los barrios del movimiento de trabajadores desocupados. Se acercaba otro 26 y nos preparábamos para ir, como todos los meses, al puente Pueyrredón. Después de la Masacre de Avellaneda, fueron esas movilizaciones –masivas, persistentes– las que no permitieron que la represión avanzara. Incluso lo que con el tiempo parecía debilitarse, cuando además la “clase media” y las empresas periodísticas volvían a culpar a los piqueteros de todos los males, siguió con fuerza para alcanzar un poco de justicia, algo raro en esta sociedad acostumbrada a la impunidad.
Antes de Darío y Maxi fueron muchos los asesinados en manifestaciones callejeras. Con sus muertes, los gobernantes querían darnos a todos una lección: es mejor quedarse callados en casa, porque si no…
Después de cinco años, continúa el grito reclamando que los responsables políticos (Eduardo Duhalde, Felipe Solá y sus funcionarios) vayan a la cárcel. Pero hoy también, la misma impunidad nos golpea con la desaparición de Julio López y el fusilamiento de Carlos Fuentealba. De nuevo salir a denunciar, señalar responsabilidades y complicidades; y de nuevo rápidamente las estrategias para encubrir todo con silencio y olvido.
Siempre parece que no se puede hacer nada, que no vale la pena, que las cosas son así, que somos pocos, que ya está perdido. Podemos aprender algo, entonces, de todos aquellos que fueron construyendo de a poco una memoria cotidiana, que no se rindieron, sabiendo que cada vez que salimos a reclamar no lo hacemos sólo por el que murió, sino que lo hacemos por nosotros y por todos los demás. Aunque muchos nos miren con indiferencia o incluso nos pidan que no los “molestemos”. Se trata de ejercer nuestros derechos, seguir el paso constante, sin resignarnos, hasta alcanzar la justicia.
Publicado en el Boletín nº 39 de la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld
http://bibliotecaoesterheld.blogspot.com/

miércoles, 30 de mayo de 2007

VALLES CAMPESINOS

Desde Huarán, en el Valle Sagrado del Urubamba, hasta Lares, un pequeño poblado famoso por sus aguas termales, transitamos valles, senderos, lagunas y pasos de alturas acompañados por paisajes increíbles, multitudes de llamas y ovejas, familias campesinas que trabajan la tierra con sus manos e inundan de color las laderas.

Con Paula y María, dos amigas argentinas, recorrimos estos senderos durante 4 días, finalizando nuestra travesía al calor de las aguas termales.

Hasta tanto pueda volver a sentarme tranquilo a escribir el relato, aqui pueden apreciar un resumen visual de nuestro periplo.


Para ver las fotos, hacé click acá abajo, o copiá y pegá esta dirección en la barra de dirección de tu navegador:

http://www.flickr.com/gp/12829049@N06/XfTj7N

Texto y fotos: Sergio