El día de hoy, 24 de mayo, amaneció nublado en el Qöscqo y el Valle Sagrado. Nuestros planes para el día, también.
Javier tuvo que postergar su visita a Machu Picchu por no haber conseguido pasaje de regreso, y yo suspendí mi trekking a la zona de Lares y el Nevado Chicoy, esperando un mejor pronóstico meteorológico.
Mientras tanto, en la Plaza de Armas, centro turístico de la ciudad, el paisaje también se presentaba cambiado. Esta mañana, en lugar de las muchedumbres de alemanes, españoles, yankees, japoneses y suizos (anche algún que otro argentino) las muchedumbres eran peruanas, eran kollas, eran quechuas, eran aymaras.
Esta mañana, el Qöscqo salió a la calle para defenderse, para detener -una vez más- un proyecto de privatización, presentado por el ex Ministro de Vivienda y Contrucciòn y actual congresista del APRA, Carlos BRUCE, con el consabido argumento de "preservar al santuario arqueológico de Machu Picchu, (y) que incluye fijar límites al ingreso de turistas y hacer un control de daños" (según informa la "objetiva" agencia internacional AFP)
Sin embargo, sucede que la mayoría del patrimonio arqueológico, cultural en histórico del Perú, hace tiempo que está privatizado -si bien formalmente se encuentra bajo control del Estado peruano- ya que son las grandes operadoras internacionales de turismo las que controlan el 80% del flujo turístico del Perú.
En esta segunda colonización, no se puede caminar por la calle (ni en la ciudad ni en la montaña) sin que te hablen en inglés, no hay un folleto en castellano (ni que hablar en quechua), no hay un restorán que no exhiba sus menúes en inglés, no hay un vendedor ambulante que no te trate de "mister" o una señorita que no te ofrezca "massagges", o un niño ofreciendo "post cards"
Y en este marco, controlado por las grandes agencias y con precios constantemente en alza, el botín es muy grande: hoy por hoy se necesitan 3 meses de anticipación para conseguir un sitio en el Camino Inka a Machu Picchu (o debo decir "Inka Trail"?) y según nos contó José, un guía local a quien conocimos hace unos años haciendo este mismo circuito, en unos años Machu Picchu se convertirá en un destino de élite, con precios desorbitantes y cada vez más exclusivo.
Aún así, el volúmen de turistas es tan grande que vastos sectores de la población pueden sobrevivir de las migajas que deja el flujo de euros y dólares.
Es por esto, y por un orgullo nacional y local que los Meliá y los Howard Jones no han podido extirpar, que esta mañana, en la Plaza de Armas, una verdadera multitud se congregó para decirle NO a la privatización de Machu Picchu y el patrimonio arqueológico del Perú (o mejor dicho, lo que queda de él, tras el saqueo español primero y el de la Universidad de Yale después)
Así fue que, al calor de las consignas, un rayo de sol se abrió entre tanto cielo plomizo, y un aire de dignidad sopló entre las torres de la Catedral y la Compañia de Jesús. Ataviados en sus coloridos aguayos y chuyos, o en sus mamelucos de trabajo, con uniformes escolares o con traje de abogados, miles de cusqueños caminaron en derredor de la Plaza gritando bajo el cielo plomizo sus consignas: el Cusco no se vende, el Cusqo se defiende, y portando sus pancartas en las que se podía leer la estima que aquí se le dispensa a este Mister BRUCE: "congresista Bruce traficante de cultura"; "abajo el centralismo limeño"; "Bruce, limpiabotas de Bu$h" y "Bruce, ratero, Cusco no es tu hacienda!!"
Llegados de Ollantaytambo y Urubamba, de Pukara y Qenqo, de Saksaywaman y Pisacq, hasta los niños y niñas de las escuelas de la región desfilaron haciendo sentir su clamor: escuelas primarias públicas y privadas, secundarios, universitarios, empleados municipales, campesinos, arqueólogos, artesanos, taxistas, todos se unieron para defender lo que queda de su ya enajenado patrimonio.
En la cola, tratando de no quedar afuera de la foto, las autoridades locales y regionales se sumaron al reclamo, bien custodiados por la policía.
Tras la movilización, el abra celeste se cerró y el gris plomo volvió a inundar con su luz adoquines y andenes. Una vez que se fueron los manifestantes, reaparecieron los turistas, y con ellos, los buses llenos de japoneses, las vendedoras de artesanías, y un niño que, guiñándome un ojo me espetó: "¿Post cards, Mister?"
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Texto y fotos: Sergio
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