El II Plan Nacional de Reforma Agraria, elaborado en el año 2003, se proponía alcanzar la meta de asentar un millón de familias durante el gobierno de Lula. Sin embargo, el Plan no fue aceptado por el gobierno, que presentó como meta el asentamiento de 530 mil familias. En 2003, el gobierno asentó 38 mil familias y, en 2004, apenas 44 mil. En la actualidad, tan sólo organizadas en el MST, existen unas 200 mil familias acampadas a la espera de conquistar un pedazo de tierra que les permita soñar con una vida digna y un futuro para sus hijos.
Mientras tanto, el gobierno de Lula continúa con su plan de ampliación de la superficie destinada al cultivo de caña de azúcar para la elaboración de biocombustibles (etanol) destinados principalmente a los Estados Unidos, ya que Brasil es autosuficiente en materia de combustibles líquidos.
Hace algunas semanas, el Consejo Nacional de Brasil reveló que el déficit de profesores para la enseñanza secundaria en el país asciende a 235.000 docentes; por otra parte, la calidad de la educación no presenta mejores resultados: un relevamiento de la calidad educativa (Índice de Desarrollo Educativo) de todos los municipios de Brasil indica que la calificación más alta (de 6,8 puntos sobre 10) fue alcanzada en tan sólo 9 municipios, en tanto que 4.554 se ubicaron por debajo de los 6 puntos, y los 1.000 restantes no alcanzaron los 2,8 puntos.
En el MST, Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, la lucha por la educación, por el acceso al conocimiento, por la formación de una conciencia crítica, por la producción y difusión de la cultura popular, es un aspecto tan importante como recuperar cada hectárea de tierra campesina, como defender cada árbol de la amazonía, como acabar con el trabajo esclavo en las grandes haciendas.
Pero como es imposible pensar una lucha aislada de la otra; imposible pensar en transformar el mundo si no conseguimos conocerlo y aprehenderlo, e impensable la aprehensión de ese mundo cuando quienes detentan el poder quieren condenarnos a la explotación, la ignorancia y la miseria, en la tierra de Paulo Freire, el MST lucha por la construcción de un conocimiento transformador, y lo hace siguiendo las mismas premisas con las que lucha por la tierra: con solidaridad, con compromiso, con trabajo colectivo.
La Escuela Nacional Florestán Fernández, que el MST posee en el estado de San Pablo, es un claro ejemplo de la puesta en práctica de estas premisas. Ubicada en una zona semi rural, a unos 80 kilómetros del centro de la capital paulista, y rodeada de una exuberante selva subtropical, fue construida con el esfuerzo de más de 1.000 trabajadores voluntarios, venidos de 20 estados de Brasil y de otros países latinoamericanos, que demoraron casi 4 años en terminar un espléndido conjunto de edificios, entre los que se destaca el sector pedagógico, de 2.400 m2, con 3 aulas para albergar a 210 alumnos y alumnas, 2 anfiteatros para 150 personas cada uno, una biblioteca con más de 38.000 volúmenes, laboratorio, sala de informática, salas de exposiciones, etc.
Semejante obra, no fue financiada con recursos del Gobierno Federal (que en cambio, destinó 744,6 millones de reales para financiar la construcción de una línea férrea por parte de la “Compañía del Valle del Río Dulce”, privatizada en 1997 bajo el consabido pretexto de que el Estado no debía hacerse cargo de este tipo de emprendimientos), ni por el Gobierno del Estado de San Pablo (cuyo gobernador José Serra tuvo que dar marcha atrás con una serie de decretos que comprometían la Autonomía de las Universidades Estaduales, recortaban el presupuesto educativo y aumentaban aún más la precariedad de las condiciones laborales de los trabajadores de la Universidad, tras una ocupación masiva durante casi un mes de la mayoría de los edificios universitarios por parte de los estudiantes); ni por empresas “a las que les interesa el país”.
Por el contrario, las obras fueron financiadas a través de los aportes de campesinas y campesinos de todo el país y mediante la solidaridad de otros movimientos sociales, intelectuales y artistas, como el caso de Sebastiäo Salgado, quien donó los derechos sobre su impresionante serie de fotografías sobre los Sin Tierra para la elaboración de láminas que el MST comercializa (junto con una gran cantidad de productos elaborados en campamentos y asentamientos) para recaudar fondos.
Tampoco es casual la elección del nombre para la Escuela. Florestán Fernández es el fundador de la sociología crítica en Brasil. Toda su producción intelectual está impregnada de un estilo de reflexión cuestionadora de la realidad social.
Y en ese camino de cuestionamiento crítico de la realidad como niños y niñas, jóvenes y adultos elaboran colectivamente las herramientas para construir el mundo futuro:
“Los ‘desheredados’ se transforman en los arquitectos y en los constructores del nuevos caminos cuando se vuelven capaces de tomar decisiones firmes y colectivas, que no sólo señalan el horizonte a ser alcanzado, sino que también indican las condiciones que permitirán avanzar en esa dirección.” i
En el reconocimiento de la importancia de la educación para la construcción de ese camino, en la Escuela Nacional Florestán Fernández funciona también la Escuela Infantil Saci Pererê, destinada a acoger y formar la primera infancia de los niños y niñas del movimiento, los “sem terinha”.
En este caso, el nombre “Saci Pererê” contiene también un profundo significado desde el punto de vista simbólico: proveniente de la mitología Tupí-Guaraní, se trata de un duende que –tal como el “sachaioj” de nuestros montes santiagueños- vive y cuida de bosques y selvas, al que le falta una pierna y aún así posee una gran agilidad y un movimiento permanente.
En las aulas, pero también en los patios, en la biblioteca, en las salas de arte (así como en la cocina y el salón comedor, en donde todos los que asisten a la escuela se turnan para realizar las tarea comunes), los integrantes del MST, y de otras Organizaciones Sociales de Brasil y de América Latina, asisten a cursos de formación y capacitación, seminarios y encuentros de discusión. Recientemente, mediante un convenio con la Universidad Estadual de San Pablo (UNESP), comenzaron a dictarse algunos cursos de formación de grado, habiendo sido el de Geografía el primero en implementarse durante este año.
Así, campesinos y campesinas van construyendo el mundo nuevo, conjuntamente con las herramientas para comprenderlo y poder apropiarse de él. Así, los hombres y mujeres de la tierra cultivan sus simientes y construyen los canales para regarlas, sabiendo que hay que atender el surco, pero también el manantial ya que, en palabras de Adelar, uno de los coordinadores de la Escuela…
“El agua está allí, en el fondo del manantial; pero el acto de beber, que sacia nuestra sed, es antecedido por la decisión de salir en su búsqueda. Es la misma postura, el mismo anhelo que necesitamos tener en relación al conocimiento, pues son los actos de apropiación y de elaboración los que permiten saciar, aunque sea de modo provisorio e incompleto, el hambre y la sed de la conciencia crítica”ii
Fuentes:
Brasil de Fato, año 5, n° 230, edición del 26 de Julio de 2007.
Revista “Sem Terra”, año 10, n° 40. Julio de 2007.
Boletín “Educação pela Luta n° 1, s/f.
Revista “Caros Amigos”, año 10, n° 120, marzo del 2007.
i Adelar Joäo Pizzota, “Apresentação dos Cadernos da ENFF”, en, VVAA: Literatura e Formação da Consciencia. Cadernos de Estudos ENFF. São Paulo. 2007.
ii Ibíd..
Texto y Fotos: Sergio
1 comentario:
Che! Que buena nota! Estaba pensando escribir algo para el machete despues de mi visita, pero ahora que leo esto me doy cuenta que ya te escrito... lo podemos publicar en la revista con copyleft??? Abrazo! Lu.
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