En el regreso, producto tal vez del cambio en la posición del sol, algo llamó mi atención en el color de los árboles, pero estaba distraído con las carcajadas de mis amigos, con quienes nos divertíamos comentando acerca de la pobre pareja de un argentino y una española a quienes alguien había “recomendado” hacer a pié los 18 km. que separan el Camping “Los Rápidos” de la mencionada cascada.
Fue así que al día siguiente, tomé la cámara y me dirigí hacia aquel lugar, a la altura del Lago Los Moscos, uno de los tantos que forma el Río Manso en su tortuoso camino hacia el Océano Pacífico.
Como tantas otras veces, me puse a cavilar sobre si tomar las fotos en color o en blanco y negro, pero como el día se presentaba espléndido, decidí que debía aprovechar esos cielos azules patagónicos, por lo que configuré la cámara para sacar en color.
Lo extraño fue que desde la primera foto, algunas partes de la imagen se veían en colores y otras en una riquísima gama de grises. Revisé la configuración: todo estaba en su lugar (y juro que no soy de beber en las mañanas)
En el mes de febrero de 1999, Tascha Joos estaba en su camping a orillas del Río Manso, donde los rápidos que allí se forman dan nombre al lugar y desmienten su pretendida mansedumbre, cuando llegaron unos turistas señalando que en la zona de Los Moscos se había declarado “un principio de incendio”
Cuando se acercaban al lugar, se percataron que aquellos turistas evidentemente eran cortos de vista o directamente desconocían el fuego. Aquello no era ningún “principio de incendio” sino el mismo infierno del Dante.
Las llamas se propagaban rápidamente con rumbo Este, avivadas por el intenso viento y la gran sequedad de aquel verano. Inmediatamente avisaron a Parques Nacionales quienes a su vez dieron comienzo a los operativos de combate de incendios forestales, que tan a menudo se sucedían por aquellos días en los que María Julia tenía a su cargo la privatización y/o liquidación y/o venta y/o regalo del patrimonio público.
Pero ni los guardaparques ni los gendarmes ni los bomberos podían hacer nada frente al tamaño de aquellas llamas. La temperatura era tal que las lengas explotaban y las brasas cruzaron el Manso, y en tan sólo un par de horas subieron por los faldeos del Cerro Falso Granítico y bajaron hacia el sector de la ruta nacional 258, a la altura del Lago Guillelmo.
Los huéspedes del Camping fueron evacuados, en tanto que Tascha, sus hijos Carolina y Nacho, junto a los empleados se dedicaron a sacar y poner a resguardo cortinas, mesas, sillas, vajilla, etc. a la espera de las llamas que irremediablemente venían a consumir lo que encontraban a su paso. También llegó el camión de la empresa distribuidora de gas licuado para retirar el “zeppelín” allí instalado.
Hasta aquel fatídico año 1999, las orillas del Manso entre el Mascardi y el Hess tenían permitido el acceso de acampantes y paseanderos. En una sociedad signada por el individualismo y la filosofía del “me cago en los demás”, hay quienes disfrutan de la naturaleza en “horario reducido” (es decir, durante las horas que les toca estar a orillas de un lago) e impregnan el interior de sus automóviles con fragancia a pino, pero tiran la lata de gaseosa por la ventanilla, no importa si están transitando la ciudad o un bosque de pinos.
“El incendio está fuera de control” -dijeron los Bomberos... “y si no para el viento y llega la lluvia, al mediodía va a llegar al camping”
“Me llamó la atención el color de los árboles, todos plateados” –dijo el pobre que había caminado hasta Cascada; “están así porque se queman por la nieve?”
En los límites entre el bosque y las nieves del invierno, en las orillas del lago, en los cañadones secos del verano, allí está el bosque plateado.
En los despachos de los burócratas, en las leyes de enajenación del Estado, en los miserables de siempre, allí está el bosque plateado.
En las ganancias de los terratenientes, de las compañías forestales, de las pasteras, de las papeleras, de las mineras, de las petroleras y de las sojeras, allí está el bosque plateado.
En los carroñeros que compran y venden bosques y ríos y lagos y montañas y glaciares y pantanos y aguas y aires, allí está el bosque plateado.
Alrededor de las 10 de la mañana, cuando los motores ya estaban encendidos, preparados para abandonar el lugar y observar de lejos la llegada del bosque plateado, comenzaron a caer las primeras gotas. La lluvia arreció y con ella, la naturaleza -en este caso- decidió que el fuego no llegaría al camping y que tod@s nosotr@s tendríamos la oportunidad de recorrer los palmos de bosque patagónico que aún permiten tomar fotos en colores.
En estos 8 años, poco se ha hecho para evitar la propagación de los bosques plateados. Es más, los verdugos de la tierra siguen empeñados en pintar nuestras vidas en monótonos grises, mientras que unos pocos disfrutan de los “UNITED COLORS OF BENETTON”
Sin embargo, no todos se resignan a la monocromía. En Esquel y Gualeguaychú, en Cholila y en Famatina, en Sierra de la Ventana y en Leleque, en otros y tantos pueblos y ciudades, nuevas voces se alzan reclamando el derecho al arco iris.
Las opciones parecen ser entonces esperar que la gris monotonía lo inunde todo en...
cinco años...
cuatro...
tres...
dos...
uno...
...
O juntarnos para pintar nuestros sueños en colores...
Texto y fotos: Sergio