miércoles, 21 de marzo de 2007

LOS PUENTES Y LOS RÍOS

La Carretera Panamericana Sur recorre el valle central chileno entre las ciudades de Santiago y Puerto Montt. En el trayecto que va desde Temuco hasta Osorno, capitales de las regiones “de la araucanía” y “de los lagos” respectivamente existe una zona atravesada por numerosos y caudalosos ríos como el Imperial, el Toltén, el Cruces, el Máfil y el Futa, así como una infinidad de cursos menores, que nacen en la Cordillera de los Andes, riegan el fértil valle central y desembocan en el Océano Pacífico.
Esta proliferación de recursos fluviales ha generado que el gobierno chileno apruebe un proyecto para generar una nueva “región” (principal división administrativa de Chile) que pasará a llamarse “Región de los Ríos”.

La región también está cubierta por gigantescos bosques, que van modificando la preeminencia de especies en la medida que las temperaturas aumentan y las lluvias disminuyen, desde la cordillera hacia el mar. Así, los bosques cordilleranos muestran araucarias, coihues, raulíes y ulmos, en tanto que hacia el poniente aumenta la presencia de robles, tepas, canelos y olivillos.

Lamentablemente, la flora de la región ha experimentado grandes cambios, sobre todo en las últimas décadas. Es que en estas geografías, al igual que en numerosas zonas de nuestro continente, el monocultivo avanza destruyendo no sólo especies nativas y paisajes sino, y sobre todo, formas de vida.


El cultivo de pino (pinus radiata) originario de la península de Monterrey, California, no es una actividad nueva, ya que fue en 1881 cuando la Compañía Minera Lota inició ensayos sistemáticos de forestación de especies exóticas. Pero fue en 1974, ni bien iniciada la dictadura de Pinochet, cuando la actividad tuvo una expansión impresionante, a través de la Ley 701 que bonificaba la forestación, llegándose por entonces al millón de hectáreas forestadas, trayendo –además de cuantiosas ganancias para las empresas- una colosal transformación del paisaje regional. Entre estas transformaciones, además de la construcción de caminos y puentes, aumento en la circulación de gigantescos camiones que transportan los rollizos de madera, vías ferroviarias y puertos para la salida de la pasta celulósica, se destaca la construcción de grandes plantas de procesamiento de celulosa y fabricación de papel para diarios.
Es que el pino radiata, es el árbol más plantado del mundo, debido a la impresionante velocidad con la que crece y a sus propiedades altamente favorables para la celulosa de fibra larga y para madera de construcción. La velocidad de su crecimiento depende básicamente de las condiciones de temperatura y humedad del aire y del suelo, y si bien es cierto que a nivel mundial la tendencia muestra un progresivo reemplazo del pino por el eucaliptus, las condiciones ecológicas de esta región de Chile –y especialmente la región de la araucanía- hacen que esta sea la zona con mayor velocidad de crecimiento del mundo, lo que transforma a muchas de estas comarcas, alguna vez santuarios de la naturaleza, en santuarios para los negocios forestales transnacionales.

Curiosamente –al menos para los argentinos-, en la moderna carretera panamericana, que recorre y conecta los bosques de pino con los aserraderos y plantas de celulosa, los carteles camineros que aparecen al cruzar los ríos, no hacen lugar al nombre de estos, sino que señalan el nombre del puente. Así, por ejemplo, al atravesar el río Chanleufú, el cartel señala “Puente Chanleufú”, o “Puente Callecalle” al traspasar las aguas de este torrentoso río que nace en el Lago Riñihue.



Sin embargo, al igual que en la toponimia vial, lo que aparece en la superficie no es necesariamente lo que sucede por debajo de ésta. Del mismo modo que son los ríos los que corren por debajo de los puentes, en la geografía del centro-sur chileno no todo son bosques de pino. Por todas partes las comunidades –y especialmente las de los pobladores originarios- resisten a esta nueva colonización que, al igual que aquella de Pedro de Valdivia, sólo trae miseria, contaminación, enfermedades y pérdida de formas de vida que han sabido convivir con la naturaleza sin explotarla salvajemente.

Cómo la comunidad de Lonquimay, que resiste la instalación de una planta “depuradora” de residuos, o las de Mehuín y Queule, que han logrado detener los planes de las grandes forestales para arrojar los deshechos contaminantes al mar.

Será por eso que pusieron nombres tan hermosos a sus ríos y a sus montañas que los colonizadores no pudieron cambiarlos. Será porque ruca pehuén (casa del pehuén, araucaria milenaria característica de la región, cuyo fruto -el piñón- constituía un elemento primordial de la dieta mapuche, y por eso no la sobreexplotaban); es el nombre con el que la gente de la tierra bautizó a uno de los maravillosos ríos de la zona, y no al puente por el que pasan los camiones cargados con troncos de pinus radiata.


Será por eso que se llamaron a sí mismos, mapu che, gente de la tierra.

Texto: Sergio

Fotos: Javier y Sergio

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones por el trabajo que significa narrar bien y poner buenas imágenes a lo escrito!

Anónimo dijo...

Hola, muchach@s.Soy Nicolás y estudio geografía en La Plata.
Y estoy, junto con mis kumpas, hasta las manos con el ENEG!!!!
Encontré esta página por un mail de uno de ustedes que nos reenvió Mariana. Gracias por vuestras palabras de apoyo.
Todavía no lo he leído todo, pero por lo que he visto hasta ahora parece que el viaje que están haciendo es alicinante.Qué buena onda. Y qué envidia: yo quiero hacer eso!!!!
Bueno,les dejo un abrazo grande.

Anónimo dijo...

querido sergio:
voy leyendo de a poco, disfrutando.
entre medio, releo "mapu-che", gente de la tierra. y comprendo el valor de esa resonancia.

Quería contarte, amigo, que murió Luis Quilaleo; y que escribí esto en mi blog:

Luis Quilaleo, amigo del alma, quiso siempre la justicia, insatisfecho por la vida de sus peñis. De él aprendí que el manzano es de todos, así como las aguas de los arroyos, o esos diminutos qulle que comimos en la cima del Tres Picos, mirando las praderas de Chile.
De él aprendí la risa en los momentos más amargos, como burlándonos de lo que tocaba vivir. De él aprendí que el cofque es para todos y que el pulcú aiú piuquei. De él aprendí las pocas palabras en su idioma. De él aprendí a llevar los chivos a sus corrales y a ajustar la cincha en la panza del Pampa. De él aprendí a chiflar al Pampa para que vieniera a la casa.
Con él aprendí una amistad inquebrantable, a pesar del agua que le hizo cerrar los ojos para soñar ese mundo que tanto quiso. Ya no se te engrosará la venita al lado del ojo derecho, con tu llanto lleno de bronca; ahora serás feliz. Ya te veo feliz. Gracias por haber pasado por mi vida y dejarme pasar por la tuya, peñi.

Un abrazo fuerte, amigo!
jorgei

Anónimo dijo...

Jorge, hermano querido:
Qué cerca estas en este viaje, qué cerca y profundo me llegan tus palabras.
Recuerdo aquel verano en Chiquilihuin, en nuestra primera experiencia con la gente de la tierra, aprendiendo a reconocernos como habitantes de este mundo, tan parecidos, tan diferentes. Y en esa experiencia, tu mano en el bastón ayudandonos a encontrar el camino
Èramos tan jòvenes!! Tan llenos de vida, como la que vivió Luis, como la que transmitís con tus palabras
Gracias por estar conmigo en este viaje
Te abrazo
Sergio

Anónimo dijo...

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